miércoles, 5 de noviembre de 2008

La noche de la aurora boreal se extiende sobre montañas y valles.

Calma y silencio por doquier. Ya entrada la noche, me tumbo y miro por la ventana. A esa hora, un resplandor de hada se posaba sobre el campo y el bosque, el sol había sucumbido, coloreando el horizonte de una luz roja y grasa, quieta como el aceite. El cielo estaba por todas partes abierto y limpio, miré ese mar transparente y tuve la sensación de encontrarme cara a cara con el fondo del mundo, era como si mi corazón palpitara intensamente en ese fondo desnudo, sintiéndome como en casa. Sabe Dios, me dije para mis adentros, por qué el horizonte se viste de lila y amarillo esta noche, tal vez haya una fiesta arriba en el mundo, una gran fiesta, con música de estrellas y barcos navegando por los ríos. ¡Eso es lo que parece! Cerré los ojos y seguí ese viaje en barco, mientras un sinfín de pensamientos navegaban por mi cerebro...

Noches estivales, aguas tranquilas y un silencio infinito en el bosque. No se oían ni gritos ni pasos en los caminos, mi corazón estaba repleto como de un vino oscuro.
PAN - Knut Hamsun

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